Berkowitz era un hombre modesto, según todos los informes. Había cumplido una condena en el ejército de los Estados Unidos y luego se dedicó a varios trabajos como guardia de seguridad, taxista y clasificador de cartas para el servicio postal.
Por Andrea Espinoza
El llamado “Hijo de Sam” sacó una pistola de una bolsa de papel y disparó cinco tiros a Donna Lauria y Jody Valenti del Bronx, mientras estaban sentados en un automóvil hablando, el 29 de julio de 1976.
Lauria murió y Valenti resultó gravemente herido, en lo que fue el primero de una serie de tiroteos por parte del asesino en serie, que aterrorizó a la ciudad de Nueva York durante el transcurso del año siguiente.
Una vez apodado el “Asesino del calibre 44”, el Hijo de Sam finalmente obtuvo su nombre de las cartas que envió a la policía y al famoso periodista Jimmy Breslin que decían: “…Soy un monstruo. Soy el Hijo de Sam. Me encanta cazar, merodeando por las calles en busca de presas justas. Las mujeres son las más bonitas de todas…”.
El segundo ataque se produjo el 23 de octubre de 1976, cuando una pareja recibió un disparo mientras estaban sentados en un automóvil en Queens.
Un mes después, dos niñas estaban hablando en un pórtico frente a una casa cuando el asesino en serie se acercó, pidió direcciones y luego, de repente, sacó un arma y disparó varios tiros. Joanne Lomino quedó paralizada por una bala que le dio en la columna, pero su amiga no resultó gravemente herida.
El “Hijo de Sam” volvió a atacar en enero y marzo de 1977. En este último ataque, los testigos proporcionaron una descripción del asesino: un hombre blanco poco atractivo con cabello negro.
Después de otro tiroteo en el Bronx en abril, la publicidad alcanzó un punto álgido, se aconsejaba a las mujeres, en particular a las de cabello oscuro, no viajar de noche por la ciudad.
Cuando el “Hijo de Sam” perdió a sus víctimas previstas en otro intento de asesinato en junio, se formaron grupos de vigilantes en la ciudad de Nueva York en busca del asesino. Sus dos últimas víctimas fueron baleadas el 31 de julio de 1977 en Brooklyn, una murió.
Luego, la policía que seguía una multa de estacionamiento que se había dado esa noche descubrió una ametralladora en un automóvil que pertenecía a David Berkowitz de Yonkers, Nueva York.
Cuando se le preguntó, Berkowitz explicó que “Sam” era su vecino Sam Carr, un agente del diablo, y que este le transmitió sus órdenes a través de su labrador negro mascota.
Años antes, Berkowitz le había disparado al perro, quejándose de que sus ladridos no le permitían dormir. Después de que el perro se recuperó, este criminal afirmó que comenzó a hablarle y a exigirle que matara gente.
En una secuencia inusual de eventos, a Berkowitz se le permitió declararse culpable antes de alegar locura y fue sentenciado a más de 300 años de prisión. En prisión, más tarde afirmó ser un cristiano nacido de nuevo.